Sólo hay una cosa que un político o política no se puede permitir cuando tiene responsabilidades de gobierno: provocar miedo.
Es algo que va más allá de las ideologías, algo más primario, más relacionado con la pura y dura supervivencia. Similar a cuando vas en un coche y no te fías de la persona que lo conduce.
Y es que, como en la famosa Pirámide de Maslow, hay jerarquías. Y más en la situación en la que nos encontramos. Ahora primamos la seguridad, las necesidades básicas, nos refugiamos en la familia y dejamos a un lado otras cuestiones que temporalmente no vemos tan importantes, como la afiliación política de nuestros gobernantes.
Personas como José Luis Martínez Almeida (indistinguible ideológicamente de Ayuso) o Rita Maestre sí han sabido conectar en estos momentos con la ciudadanía, que demandamos, más que nunca, responsabilidad y estar a la altura, por encima de las etiquetas políticas.
Y no es sólo cuestión de competencia. Ayuso nunca me ha parecido tonta o poco capacitada, como dice mucha gente, creo que es algo mucho peor, es la mejor representante del populismo «trumpista» en nuestro país. La heredera de la inefable Esperanza Aguirre.
Los azares políticos por los que una persona acaba siendo candidata y presidenta de una Comunidad Autónoma no garantizan, en absoluto, que sea una persona bien preparada para ello. Sobran los ejemplos y hay que aceptarlo como una imperfección de la democracia que no sé si tiene solución. Pero ante esto, todo responsable político tiene un as en la manga fundamental: rodearse de los y las mejores. Cuando se gobierna, hay un buen puñado de puestos clave que son de libre designación, no sólo los propios miembros del gobierno. Del acierto o no en su elección va a depender en buena parte el éxito o el fracaso de esa labor de gobierno.
¿Qué perfiles son necesarios?:
- Personas especializadas en las áreas más importantes de gobierno, a ser posible con experiencia en la administración, que sean afines políticamente, competentes y motivadas ante el reto. No hablo sólo de asesores y asesoras, sino de funcionarios y funcionarias con responsabilidades directivas.
- Personas que no digan lo que se quiere escuchar, sino lo que se necesita escuchar. No es fácil encontrar a personas que cumplan los requisitos del primer punto, pero es aún más difícil encontrar a las que cumplan este. El respeto mal entendido y la adulación son algunos de los peligros más grandes a los que se enfrenta toda persona con responsabilidades de gobierno.
Pues bien, en el caso de Ayuso, no da la impresión de que se cumplan ninguno de los dos puntos. Baste el ejemplo de que su jefe de gabinete sea Miguel Ángel Rodríguez, uno de los personajes más deplorables del aznarismo y de la política española en general, o que en plena pandemia, con la Comunidad de Madrid en la peor situación sanitaria de todo el país, dimita su Directora General de Salud Pública (que da toda la impresión de cumplir sobradamente los requisitos a los que me refería) con una demoledora carta que debería haber sido motivo suficiente para la dimisión también de Ayuso.
Y así seguimos. Son momentos de miradas tristes, crispadas, temerosas… Por eso necesitamos, no tanto identificarnos políticamente con nuestros gobernantes, sino que éstos lideren transmitiendo confianza y seguridad.