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Elogio de la rutina

1 de septiembre, la fecha del horror para muchos españolitos y españolitas (bueno, este año cae en domingo, así que se pospone al día 2 o, en el mejor de los casos, al comienzo de los colegios, una semana después).

La vuelta, para la mayoría, a la rutina, a la normalidad, a lo ordinario, después de «lo extraordinario», de las vacaciones.

En mi caso, relativamente, sigo trabajando en el Ayuntamiento, en el grupo municipal de Más Madrid, pero en la oposición, después de los resultados electorales del 26 de mayo y el nuevo gobierno de PP y Ciudadanos, con el desvergonzado apoyo de la ultraderecha.

Así son las cosas en este mundillo, cuando pase un poco más de tiempo escribiré sobre las elecciones y los resultados, todavía es pronto para mí (y creo que para casi todos en Más Madrid), teníamos confianza en revalidar el gobierno y el golpe ha sido duro.

¿Por qué escribir sobre la rutina en este blog de política? Porque este verano he leído «¿Qué hacer en caso de incendio?«, de Héctor Tejero y Enrique Santiago. Un libro interesantísimo, que me ha hecho pensar mucho sobre lo insostenible de nuestra vida y de nuestro modelo de felicidad.

El libro plantea que el Green New Deal (término acuñado por Alexandria Ocasio-Cortez, una de las grandes esperanzas de la política mundial) debe ser uno de los ejes de cualquier propuesta política progresista en la actualidad. Es decir, que el ecologismo ya no puede ser un elemento político más, sino el centro, porque estamos ya en la tesitura, nada más y nada menos, de salvar a nuestro planeta y a nuestra especie. Algo que se va a convertir en el gran impulsor político, junto con el feminismo, de nuestro tiempo, de la mano de unas nuevas generaciones que no van a permitir que sigamos caminando (más bien, corriendo) hacia el desastre.

En el diagnóstico, el libro no descubre nada nuevo, pero sí lo hace con mucha crudeza: el problema de base es el capitalismo. Un modelo que se basa en el crecimiento continuo es necesariamente devorador e insostenible, sin necesidad de entrar en más detalles.

Pero el problema es que el capitalismo ha acabado configurando nuestro modelo cultural, de vida, de felicidad. Ha normalizado que, por ejemplo, podamos pasar un fin de semana en Berlín como el que se va al pueblo. Asequible para muchos, pero ultra contaminante, destructivo y potenciador de ese turismo indeseable del que tanto nos quejamos.

Decrecer es la única opción viable para salvarnos. Así de duro. Pero, ¿cómo convencer a los que vivimos acomodadamente de que hay que renunciar a parte de nuestro estatus?, peor aún, ¿cómo les explicamos a las personas que viven en la precariedad que ya no van a poder aspirar a llevar la vida soñada, igual que lo hicieron otros? y, por último, ¿cómo lograr que un partido político aspire a ser mayoritario con un planteamiento tan impopular?

Sigo dándole vueltas, pero por el momento, me refugio en lo íntimo, en aprender a disfrutar de lo ordinario, de las pequeñas cosas que nos pasan desapercibidas, en no basar la vida en la permanente espera de lo extraordinario, en la búsqueda de la última experiencia, de lo más epatante. Porque, al fin y al cabo, gran parte de lo que nosotros consideramos normal, rutinario, no deja de ser extraordinario a escala planetaria.

Una de las cosas que me lo facilita es la práctica del Ashtanga Yoga y de la meditación. El Ashtanga Yoga, a diferencia de otros yogas, se basa en la repetición de una rutina de posturas, sin la guía continua del profesor. Es una práctica que facilita la conexión con uno mismo, además de un extraordinario bienestar físico y mental. Y por las noches, meditar un ratito, tener ese rato de sosiego, de silencio entre tanto ruido externo e interno.

Y la música, claro. Unos locos alemanes (Can, Neu!, Kraftwerk…) crearon un estilo (el Krautrock) y un patrón rítmico llamado Motorik, basado en la repetición. Minutos y minutos sin apenas cambios hasta conseguir una especie de trance que también me ayuda en estos tiempos.

Por último… Brian Eno. Cada vez escucho más sus discos de Ambient. Esa música pensada para acompañar, no para escuchar atentamente, incluso para dormir. La belleza de lo simple, de lo tenue, de lo discreto, de lo tranquilo, de lo sutil…

Con todo ello, espero poder disfrutar de este 1 de septiembre y de la vuelta a la rutina…

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