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Política y estoicismo

Desde hace poco más de un mes soy concejal del Ayuntamiento de Madrid, algo que debería ver como una cierta culminación de mi trayectoria política, pero que el estoicismo me está ayudando a intentar poner en su sitio. Sí, el estoicismo, una filosofía de más de 2.000 años de antigüedad, pero increíblemente actual y adaptada a los retos de nuestro tiempo.

¿Y cómo me he topado con el estoicismo?

Todo empezó el 5 de mayo de 2021. Me levanté temprano, con esa especie de resaca ya conocida de los días posteriores a las citas electorales. Haya salido bien o mal la cosa, las jornadas electorales son agotadoras y al día siguiente se te viene encima todo el cansancio de ese día y de todas las semanas anteriores de campaña electoral.

Ese 5 de mayo de 2021 me levanté especialmente hundido. La inapelable victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas me estaba haciendo replantearme si tenía sentido seguir en esto de la política. Sin embargo, las primeras personas que me crucé ese día (ajenas al mundo político), no pararon de felicitarme por el resultado electoral: Más Madrid había conseguido superar al PSOE y se convertía en la primera fuerza de la oposición al PP y en la referencia, la esperanza del votante progresista, algo que ni el mejor Podemos consiguió. Pero no me consolaba.

Unos días después escuché el episodio dedicado al estoicismo de Kaizen, el podcast de Jaime Rodríguez de Santiago. Podría haber sido uno más, pero Jaime sintetizó muy bien qué es eso del estoicismo y me picó la curiosidad, intuí que había algo interesante en el estoicismo para aplicar a mi vida (y, por tanto, a la política).

Así que me puse a buscar artículos, leer libros o escuchar podcasts específicos como el excelente El Estoico.

Y es de esas cosas que pronto te das cuenta de que te van a calar, que van a marcar un antes y un después en tu vida. Para empezar, ese consuelo que necesitaba en aquellos momentos, ese encontrar de nuevo sentido a la política.

Porque algunas de las principales ideas del estoicismo me funcionaron desde el primer momento:

  • La dicotomía del control. Es decir, centrarse en aquello en lo que tengas capacidad de influir, que dependa directamente de ti, olvidando lo que está fuera de tu control, por muy duro que sea. ¿Está en mi mano influir en el resultado de las elecciones? Obviamente no, lo cual no quiere decir que no tenga sentido dedicarse a la política y trabajar para ganar elecciones. Simplemente tengo que hacerlo lo mejor posible, dar todo lo que pueda dar de mí para conseguirlo. Pero el resultado final no está bajo mi control.
  • «Amor fati». Ama el destino, ama la realidad, no te pelees contra ella. Lo que nos pasa no es bueno ni malo, es simplemente la realidad. Y lo que convierte esa realidad en buena o mala es cómo la percibimos. Por eso, un mismo hecho puede vivirse de una forma muy diferente según cada persona. Y la aceptación digamos que no tiene buena fama en mi mundo político (porque vinimos a cambiar las cosas, no lo olvidemos…), más bien se traduce como resignación, pero a mí el ser capaz de aceptar la realidad me parece algo imprescindible, revolucionario y garantía de proyectos políticos que no sean efímeros sino de largo recorrido. El obstáculo es el camino, como titula uno de sus libros Ryan Holiday. Y por cierto, la película Nomadland, que también vi en aquellos días, es un bellísimo ejemplo de aceptación.

Otras ideas del estoicismo me están ayudando especialmente ahora que soy concejal, por ejemplo «memento mori», es decir tener siempre presente que eres mortal, que vas a morir como todo el mundo, que eres uno más. La catarata de felicitaciones (también algún pésame) que he recibido desde que soy concejal no son fáciles de manejar, como tampoco lo es el cambio en la relación con mi entorno más cercano, desde los cambios más sutiles con los compañeros y compañeras de Más Madrid, hasta el «buenos días señor concejal» de los funcionarios y funcionarias del ayuntamiento. Cuando los generales romanos regresaban victoriosos y desfilaban por las calles de Roma, un siervo les acompañaba diciéndoles continuamente «memento mori». Yo le he pedido a personas de confianza que hagan lo mismo conmigo…

La potencia y la practicidad del estoicismo son impresionantes, he empezado a recorrer un camino que nunca terminará y que ya ha cambiado mi vida sin vuelta atrás. Practicar el estoicismo es tan simple, pero a la vez tan complejo, como intentar llevar una buena vida, pero una buena vida guiada por virtudes como la sabiduría, la justicia, el coraje y la templanza. Y eso tiene mucho que ver con el sentido final de la política, con la búsqueda del bien común.

Foto: David Arenal

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